Sobre violencia machista en los pueblos de Segovia

¿Qué percepción hay hoy en los pueblos de Segovia sobre la violencia de género?¿Han visto las mujeres cambios significativos en su entorno tras los avances legislativos de la violencia de género? ¿Qué grado de empatía hay con las víctimas y con los hijos e hijas de estas?

Averiguar cómo opera la violencia de género en zonas rurales requiere tiempo y trabajo. Amalia Gozálvez Escobar decidió ponerse a ello en la provincia de Segovia y recientemente ha presentado su análisis ‘Violencia de Género en la zona rural de Segovia: Impacto en las víctimas y en sus hijas e hijos’, realizado gracias una beca de 8.000€ concedida por la Diputación de Segovia. Dar visibilidad a las víctimas que sufren violencia de género en las zonas rurales ha sido también uno de los objetivos de esta investigación tutorizada por la profesora de la UNED Teresa San Segundo: Qué tipo de violencia sufren, su elección de interponer o no denuncia, qué caminos recorren para salir de estas violencias, cómo fueron asistidas o qué impacto provoca todo ello en sus hijos e hijas.

No hay datos específicos sobre violencia de género en las zonas rurales, ya que las estadísticas publicadas por el Consejo General del Poder Judicial no reflejan por separado los asuntos que corresponden a Segovia capital de los del resto de pueblos del partido judicial de Segovia, formado por más de 50 municipios rurales. Motivo por el que la autora sugiere desagregar esos datos para poder estudiar mejor la situación de las mujeres de los pueblos por considerarse de especial vulnerabilidad.

«Cuanto mayor es el tamaño del municipio de residencia, mayor es el porcentaje de mujeres que verbalizan la violencia sufrida de parte de sus parejas o ex-parejas a través de la denuncia o la búsqueda de ayuda formal o informal». Esta es una de las primeras conclusiones de la investigación y resultado de una encuesta a 93 mujeres que residen en la provincia de Segovia en poblaciones de menos de 10.000 habitantes. Un trabajo que complementa con otra encuesta realizada a 22 profesionales que intervienen asistiendo a víctimas en estos territorios, y con otras tantas entrevistas personales a profesionales de servicios sociales, como el decano del colegio de abogacía, alcaldes y alcaldesas de algunos de los pueblos y a la directora del único centro de acogida que existe en la provincia.

El trabajo de Gozálvez Escobar ha recogido las historias de vida de 12 mujeres víctimas de violencia de género residentes en la provincia. En casi todos estos relatos están presentes las dificultades causadas por la falta de transporte y de información, el futuro incierto que se abre tras imponer una denuncia, la falta de trabajo y de ayudas. El 50% fueron agredidas físicamente tras sufrir todas maltrato psicológico previamente. El 75% contaron con la ayuda de los servicios sociales y todas ellas manifiestan que mejoraron notablemente su situación tras dicha asistencia.

El paso por los juzgados de las que interpusieron denuncia (un 36,5% no lo hizo) fue una experiencia muy negativa, por lentitud, revictimización y la incomprensión de las resoluciones de los jueces. Para la mayoría de ellas, además resulta una desventaja haber sufrido violencia de género en el pueblo por el miedo al qué dirán, se sienten más expuestas y son ellas las que en muchas ocasiones se ven obligadas a abandonar el pueblo. El aislamiento también afecta a sus hijos e hijas, quienes aluden a la insolidaridad y al juicio crítico al que la sociedad las somete.

En su estudio, la autora comenta que la peculiaridad de la provincia de Segovia es que no cuenta con ningún municipio, aparte de la capital, que llegue a 20.000 habitantes. De hecho, apenas hay alguno de más de 10.000 y el resto tienen muy poca población. Precisamente en estos pueblos pequeños es común escuchar afirmaciones como «en mi pueblo no hay violencia de género». También se ha constatado que muchas mujeres mayores no son conscientes de que sufren violencia de género porque para ellas «solo es violencia cuando les meten una paliza de muerte». El resto (empujones o maltrato psicológico) lo interpretan como «carácter complicado, persona especial…». Además, Gozálvez Escobar ha observado un claro «retroceso» entre la gente más joven, con «chicos mucho más controladores» respecto a los teléfonos móviles o la vida social de su pareja.

 

Tareas pendientes

Una de las cuestiones que expone Gozálvez Escobar en su investigación es el hecho de que son las propias víctimas las que ponen las denuncias y no las instituciones de su entorno como colegios o centros de atención primaria, etc. Algo que cuesta entender conociendo la exposición y señalamiento que persigue a una mujer en un pueblo pequeño cuando se acerca al cuartel de la guardia civil. También deja sobre la mesa el reto de investigar qué está sucediendo con las mujeres con discapacidad en las zonas rurales, ya que no hay denuncias ni dato alguno sobre ellas.

En cuanto a las mujeres migrantes, en los pueblos de Segovia la mayoría son marroquíes. La autora asegura que no constan denuncias entre ellas y que ninguna ha querido participar en su investigación porque no encuentran apoyo en su entorno y no cuentan con ninguna red de apoyo en el pueblo ni entre sus familiares. De hecho, otra de las sugerencias de la investigadora fue que al menos la cartelería que se difunde los días de la mujer 8M o 25N o cualquier otra ocasión debería traducirse al árabe porque a estas migrantes de los pueblos no les llega absolutamente nada de información útil, ya que no suelen saber leer español.

Por su parte, Teresa San Segundo insiste en que todo el mundo dice saber que existe la violencia de género y cree saber en qué consiste, pero es difícil tener una idea clara si no hay conocimiento detallado de cómo actúa: de forma silenciosa y consentida, especialmente en las zonas rurales. En este sentido, recordó que los abusos sexuales en la familia siguen siendo un tema tabú en los pueblos, a pesar de que ya hay estudios en Europa que aseguran que uno/a de cada 5 niños/as en Europa lo sufren. En su opinión, las instituciones sanitarias deberían establecer un protocolo que impulsara en todas las consultas de atención primaria que los niños/as entren solas a las consultas. Lo mismo sugirió para las mujeres porque es demasiado habitual que vayan acompañadas de sus maridos y eso dificulta la comunicación directa con el profesional sobre ciertos asuntos domésticos.