
11 Oct Las mujeres… ¿A quién le importan?
*Por Beatriz San Olandía
Recientemente, y gracias a mi militancia en la Asociación de Periodistas Feministas de Castilla y León, he podido participar de nuevo en uno de esos foros en los que se habla, se debate y se investiga sobre la mujer, las violencias que nos atraviesan y los posibles remedios para solucionarlo. Es una fórmula ya conocida, unos objetivos largamente perseguidos, pero no por ello prescindibles. Muy al contrario, cuanto más se hable de ello, más cerca estaremos de la solución. Quede claro, pues, que era una jornada más, pero una jornada necesaria.
Acudí dispuesta a hablar de los medios de comunicación y de cómo tenemos la oportunidad ante nosotros de contribuir al avance de la sociedad. Muchos pensarán que exagero, pero si escucharan las peroratas con que los egos masculinos se refieren a la profesión, capaz de derrocar gobiernos y hacer caer a políticos, convendrían conmigo en que poner nuestro granito de arena para hacer de esta sociedad un espacio igualitario, equitativo y justo, no debería ser tan descabellado.
Cuando subí a la mesa y observé al público, me di cuenta de la evidencia: estábamos los de siempre. Hay ciertas caras que se repiten, y me alegro por ello: dicen que el saber no ocupa lugar y, si además, se trata de mejorar entre todos, bienvenido sea. Al fondo, como era de esperar, los alumnos de la Universidad. Poco importa que estuvieran allí por el crédito que se les daba por su asistencia. Lo importante es que habían escuchado, e iban a escuchar, diferentes enfoques en la lucha contra la violencia de género, las masculinidades rancias y el papel de hombres y mujeres en todo este reto al que nos enfrentamos. Pero la pregunta es inevitable: más allá de honrosas excepciones… ¿Dónde están los hombres?
A este tipo de foros y charlas acuden los ya convencidos; y es una suerte que existan, por supuesto. No en vano, Asies, la organización que nos convocaba, es quien promueve los Círculos de Hombres contra la Violencia de Género. No se me ocurre mejor forma de luchar contra el machismo que apelando a los propios hombres. Pero no hay mucho más allá. Me refiero a que en charlas, talleres y jornadas de este tipo, la presencia de la mujer es mayoritaria. Y yo me pregunto… ¿Dónde están ellos?
No espero que un machista recalcitrante, defensor de agresiones como el famoso, y mal llamado, pico de Rubiales, acudan a estas citas. Pero sí hay un puñado de hombres más o menos comprometidos con ‘la causa’ que se sienten poco o nada interpelados por una realidad que pasa, fundamentalmente, por su cambio de actitudes, hechos y palabras. Estoy convencida de que hay muchos hombres que quieren mejorar, cambiar y avanzar, pero la realidad es que se quedan en una superficie que no es suficiente.
Cuando pusimos en marcha esta Asociación, APFCyL, un par de compañeros me interpelaron, con ciertas malas formas, por la composición de la misma: somos mujeres periodistas que quieren cambiar las cosas. Y quieren -queremos- hacerlo, para variar, liderando esta parte de la lucha, siendo nosotras las protagonistas. Evidentemente, a esos hombres no les interesaba para nada la actividad que íbamos a emprender. Simplemente querían señalar el hecho de que ellos, pobres, no podían pertenecer a la asociación. Como si quisieran equiparar siglos de discriminación a las mujeres con el hecho de que nuestra organización fuera exclusivamente de mujeres. Efectivamente, y entiéndase el sarcasmo, viene a ser lo mismo.
En el momento en que les señalaba un camino alternativo, pues existen otras asociaciones que persiguen el mismo objetivo y son mixtas, dejaban de escuchar. Porque solo querían decirnos que lo estábamos haciendo mal, lejos de interesarse por nuestras motivaciones. Afortunadamente, esos días, también hubo compañeros hombres que me preguntaron no por la composición, sino por el objetivo a perseguir. Se mostraron realmente interesados en conocer cómo ellos, desde nuestra profesión, podrían cambiar la sociedad. Al final la respuesta es sencilla: no te preocupes tanto de si puedes estar en esta o aquella asociación; lo que puedes hacer, lo que esperamos que hagas, es coger tu parcelita de realidad y convertirla en un espacio feminista, cambiar las cosas a tu alrededor. Si todos los hombres comprometidos con la igualdad hicieran ese ejercicio – con todo lo que ello conlleva- tendríamos mucho espacio ganado.
Al final de la charla, me preguntaron por los retos, por las nuevas preocupaciones que surgen conforme avanzamos. Una de las cosas que destaqué fue lo alejados de la realidad que veía a determinados compañeros, extrañados, por ejemplo, ante ese episodio retransmitido en directo y que todas hemos vivido alguna vez: ese ababol que tocó el culo a una periodista mientras hacía un directo. ¿Me estás diciendo que esto es algo habitual?, me preguntaron en redacción. Y a mí casi se me cae un ojo. Porque si a estas alturas, tienes que preguntar a tus compañeras mujeres si se han visto en alguna de estas situaciones, es que has estado mirando hacia otro lado demasiado tiempo.