
13 Sep El feminismo golea al machismo: el ‘pico’ del iceberg
Por Ana Gaitero, presidenta de la Asociación de Periodistas Feministas de Castilla y León.
En los últimos años he observado, con cierto recelo, lo confieso, la incorporación a pasos de gigante de las niñas al fútbol. Un hecho deportivo y socialmente relevante por ser un coto masculinizado, aunque desde el principio de la práctica del balompié ha habido mujeres futbolistas. Así, en 1892, en la ciudad de Glasgow, Escocia, se registró el primer partido de fútbol entre mujeres.
La práctica del fútbol por parte de las mujeres ha ido pareja a la conquista de derechos y espacios adscritos a los privilegios masculinos, como evidencia el hecho de que este deporte creciera en adeptas durante la I Guerra Mundial, de forma paralela a la incorporación femenina a unas fábricas que precisaban mano de obra al estar movilizados los hombres en las trincheras. O más adelante, en los años 60, cuando aparecen en España equipos de fútbol masculinos y también femeninos en las grandes factorías industriales, como es el caso de Seat en Barcelona.
Desde principios de este siglo XXI, las niñas han competido con mayor asiduidad en los equipos infantiles. A medida que crecían empezaban las dificultades. Muchas chicas han tenido que jugar en equipos mixtos en desigualdad de condiciones. Carecían de vestuarios propios en esos equipos. Es ‘vox populi’ que el fútbol femenino, desde la base a la élite, no recibe la misma financiación que el masculino. La mayoría de equipos femeninos, sobre todo en la base, sobreviven a duras penas.
La desigualdad salarial es también pública y notoria. Lo han denunciado las futbolistas a través de declaraciones particulares y relevantes y de los sindicatos que defienden sus intereses. No descubro nada nuevo, aunque es evidente que también ha habido avances.
El fútbol femenino se ha consolidado
Pese a todos los obstáculos y desventajas, el fútbol femenino se ha consolidado y su juego ha empezado a ser atractivo para el público. El Mundial de Sídney ha alcanzado un seguimiento inaudito hasta la fecha. Los partidos de la Selección Española registraron 12.740.000 de espectadores únicos (audiencia acumulada), el 27,6 % de la población española (incluyendo las repeticiones) y la final entre España e Inglaterra fue la más vista en un mundial femenino. Cabe destacar que hubo más público masculino que femenino.
En España, de manera particular, a medida que las jugadoras de la Roja superaban lo eliminatorias, las cuotas de audiencia se elevaban exponencialmente. En la final, las futbolistas españolas conquistaron al mundo. Su triunfo se convirtió en apoteósico después de un partido de vértigo. Las campeonas se subieron al pódium con todos los honores y hasta con la presencia femenina más representativa de la familia real, la reina Letizia y la princesa Leonor, en las gradas.
La cosa empezó a pintar mal desde el mismo momento en que, en el palco al que enfocaban las cámaras, un tipo se tocaba los testículos y los elevaba con su mano como un trofeo. El personaje era, ni más ni menos, que el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales. En su euforia, mezclaba los aplausos con la soez conducta. Minutos después, Rubiales se coronaba con un beso en los labios a la jugadora Jenni Hermoso, a quien agarró con fuerza por la nuca y despidió con una palmada en la espalda.
Fue el ‘pico’ del iceberg. Un gesto que habría pasado desapercibido hace unos años, tanto como pasaban las chicas futbolistas y todas las humillaciones de que han sido objeto, no podía ser digerido por una sociedad que ha avanzado en la conquista de derechos por parte de las mujeres.
Las imágenes se han reproducido hasta la saciedad y en cada moviola resultan más repugnantes. El poder de los medios para amplificar un mensaje ha servido en este caso como castigo social a un representante público, que no, ya no se puede permitir un comportamiento tan machista en un espacio en el que las únicas protagonistas eran las futbolistas, aunque un impresentable quisiera robarles el momento.
El abrazo colectivo del feminismo
Las palabras de Jenni Hermoso, al decir primero que no se sintió cómoda y, a medida que se sucedían las reacciones, confesar que se sintió víctima y vulnerable, han dado un vuelco a la historia del fútbol femenino y del machismo. La reacción social ha sido un segundo trofeo añadido al oro del Mundial Femenino de Fútbol. El abrazo colectivo que la sociedad española y la comunidad internacional ha dado a Jenni Hermoso y a todas las deportistas por extensión, es un triunfo del cambio que el movimiento feminista ha operado en el imaginario de una sociedad que ya no es indiferente al machismo. Una sociedad que identifica con claridad las agresiones, aunque haya palmeros y palmeras que las aplaudan y banalicen.
La reacción furibunda de Luis Rubiales, primero queriendo hacer cómplice a la víctima, culpabilizarla y finalizar con un ataque a las ‘malas feministas’ usando como coartada a sus hijas, refleja la ‘revuelta’ del machismo, como brazo armado del patriarcado, frente a una sociedad en la que aumenta el conseso en torno a los valores feministas.
Luis Rubiales se retorció en el lodo en una comparecencia en la asamblea de la RFEF en la que supuestamente iba a dimitir. Tuvo unos cuantos palmeros que, poco a poco, se arrepintieron, pidieron perdón por los errores y han caído antes incluso que Rubiales, como es el caso del seleccionador Jorge Vilda.
Los periodistas que auparon a Rubiales en su delirio machirulo rectifican con testimonios ejemplares… Revisan su mentalidad machista a pasos de gigante por la presión social que han palpado fuera de su burbuja de hombres poderosos que deciden (decidían, porque se les acaba el chollo) cómo es la realidad.
Rubiales ha tenido como aliados no solo a su corte en la RFEF sino también a grandes voceros de la prensa deportiva y generalista que ha dado coletazos esperpénticos como el ya famoso titular de As ‘Jenni Hermoso deja caer a Rubiales ‘ o el no menos inocente ‘Jenni Hermoso exige medidas contra Rubiales’, de Marca, que ABC o Europa Press intentaron superar con una cacería que recordaba a los tiempos de La Manada: ‘Jenni Hermoso pillada en Málaga tomando un helado de turrón y chocolate blanco’.
Rubiales ha caído por su propio peso machista aunque las estructuras del patriarcado trate de sostener su despropósito, que va camino de ser delito, con salidas por la tangente, como es el dictamen del Tribunal del Deporte que dejó en falta grave y no muy grave, imprescindible para su destitución definitiva, tras la suspensión provisional de 90 días por la Fifa.
No se va. Le echamos
Ahora ha dimitido. Se enfrenta a una querella en la que la denuncia de la víctima ha sido determinante. La fiscalía ha activado el procedimiento por delitos de agresión sexual y coacciones a Jenni Hermoso. No se va. Le hemos echado entre todas y todos. La sociedad sacó del pódium a quien quiso arrebatárselo a las jugadoras españolas de la selección femenina de fútbol de la forma más indigna.
El feminismo ha goleado al machismo. Más aún, a la base de su existencia, que es el patriarcado. La reacción social es un triunfo de la pedagogía feminista de años de lucha en la calle y en todos los ámbitos, incluido el periodismo y los medios de comunicación con la inestimable ayuda de las redes sociales que, no podemos olvidar, ejercen un papel disruptivo del discurso del poder a pesar de todas sus debilidades.
Lo que ha pasado este verano es el ‘pico’ del iceberg machista del deporte. Hace nueve años, me produjo estupor la foto publicada en un periódico local en la que las jugadoras del Cleba, equipo leonés de balonmano femenino en la división de honor, posaban de rodillas mientras los chicos de equipos similares o menor categoría lo hacían sentados con las piernas bien abiertas y de pie. Eso fue en 2014, hace nueve años.
No pensaba que iba a ver una foto similar mientras las jugadoras de fútbol se alzaban al grito/hastag #SeAcabó que lanzó Alexa Putellas. Pero sucedió. En Valencia, en la sede de la Generalitat, parte de la selección femenina de Gimnasia Rítmica Femenina, medalla de bronce mundial, aparece de rodillas en un vídeo institucional.
Se acabó
Se acabó, como ya cantaba María Jiménez en 1978 con su voz desgarrada y su atrezzo de mujer empoderada. Hay que seguir porque el patriarcado muta continuamente de cabeza para reaccionar frente a los avances feministas. Lo sabemos bien en Castilla y León con un gobierno PP-Vox que desprecia a las víctimas de violencia de género alentando el negacionismo, al tiempo que orquesta medidas contra todas las mujeres al romper los acuerdos del diálogo social y ahonda la política de recortes del derecho al aborto.
Se acabó el silencio, pero seguimos en la trinchera para demoler no sólo el pico, sino todo el iceberg. Hemos ganado una batalla importante, pero la guerra contra el patriarcado continúa.